18 de enero de 2008

Manolo Saco nos exorciza...

"Él(el demonio) y sus secuaces perdieron, como era previsible (hasta un niño de mi edad lo entendía), y fueron arrojados al infierno. Pero ¡oh sorpresa!, no para ser condenados ellos mismos, en castigo por haberse rebelado contra el jefe, sino que inexplicablemente, reflejo del carácter caprichoso e inconsistente del que goza de la mayoría absoluta en el Paraíso, dios les regaló una finca para que gozasen martirizando a los seres humanos eternamente. Un dios arbitrario que castiga al hombre por una nimiedad, por la glotonería de Adán y Eva, y premia en cambio al diablo con una regalía eterna en los infiernos.

Y uno de los entretenimientos de este subnormal, de este mentecato de los demonios es meterse en el cuerpo de los creyentes (sólo posee a los que creen en él, de la misma manera que la Virgen sólo se aparece a los que creen en ella) para darles un curso acelerado de idiomas exóticos, de formación de espumarajos y de toda una colección de blasfemias dichas con voz de haberse tragado de un golpe media botella de ginebra. Y allí, de pie, crucifijo en ristre, el cura hablando como un loco con otro loco. Vaya panorama.


Ya sé que me vais a decir que esto es una estupidez, pero, cuidadito, porque en esa estupidez creen millones de personas que tienen en común no preguntarse jamás si esa historia es una estupidez, y hasta es materia de estudio en las facultades de teología. Juan Pablo II fue exorcista en sus años mozos, lo que no fue impedimento para llegar a ser un día Papa, por increíble que parezca".




El exorcista, dirigida por William Friedkin


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