18 de septiembre de 2006

Yo tenía cinco años cuando llegaron las primeras pateras

Los náufragos marroquíes habían pagado unas 30.000 pesetas por cruzar el estrecho

EL PAÍS - España - 03-11-1988
Los marroquíes que naufragaron en la noche del martes al intentar cruzar el estrecho de Gibraltar pagaron al dueño de la barca entre 30.000 y 40.000 pesetas cada uno por el viaje, según informó ayer el Gobierno Civil de Cádiz. El propietario de la embarcación, en la que viajaban 23 personas, es uno de los aún 16 desaparecidos, según manifestó uno de los cuatro supervivientes del siniestro, que se encuentran en las dependencias de la Guardia Civil de Tarifa. Según estas declaraciones, el propietario, natural de Tánger, cobró a cada uno de los viajeros el dinero citado por trasladarles a las playas de Tarifa, desde donde pretendían desplazarse a Francia, en busca de trabajo, informa Efe.La expedición salió en una embarcación de unos 5,5 metros de eslora, en la tarde del pasado 31 de octubre, desde una playa en las proximidad del puerto de Tánger, y cuando se encontraban a una milla de las costas españolas la barca volcó, debido al mal estado de la mar.

La embarcación apareció en la playa tarifeña de Los Lances, con un cadáver en su interior, mientras que fuerza de la Guardia Civil detenían a los cuatro inmigrantes marroquíes que lograron llegar a nado hasta la costa.

La embarcación estaba propulsada por un motor fuera borda de 15 caballos y, en el caso de que sus ocupantes hubiesen podido llegar a alguna playa de la costa, se cree que hubieran sido controlados con relativa facilidad, por tratarse de una zona muy vigilada por los servicios antidroga.

Dos nuevos cadáveres
Los cuerpos sin vida de dos marroquíes fueron hallados ayer flotando a pocos metros de la orilla de la playa de Los Lances, en Tarifa (Cádiz), con lo que ya son tres los cadáveres recuperados tras el naufragio del pasado martes. El primer cuerpo había aparecido el mismo día del accidente, informa Juan Carlos Narváez.El primer cadáver fue encontrado desnudo y corresponde a un hombre de unos 20 años que, según las primeras impresiones médicas, y a falta de practicarle la autopsia, falleció ahogado.

El segundo de ellos, recuperado alrededor de la siete de la tarde, corresponde a un hombre de unos 19 años, vestido y sin documentación alguna, que sólo llevaba encima un paquete de tabaco y un billete de 50 dirhams, informa Efe.

Por otro lado, los náufragos detenidos afirmaron a la Guardia Civil que en la embarcación viajaban 23 personas quienes, cuando se produjo el vuelco, intentaron alcanzar la costa a nado.

Este suceso ha reavivado un hecho que sucede con cierta frecuencia en la zona: la inmigración ¡legal de marroquíes por las costas campogibraltareñas, a la búsqueda de trabajo en España.

Han pasado dieciocho años. ¿Cuántas personas se han ahogado desde entonces? ¿Se permitiría si fueran blanquitos? Hasta el acto cobarde de dejarlos que sea el mar quien los mate por nosotros es racista. No nos engañemos. Si no fuéramos racistas ellos no estarían muertos. ¿Hasta cuándo?

16 de septiembre de 2006

Miedo a la Memoria

Lágrimas, hambre, sangre, miedo, destrucción, miseria, humillación. Pasión, valentía, cobardía, ingenuidad, traición, solidaridad, amistad, exilio, refugio. Vida y muerte. Niños, ancianos, mujeres y hombres. Abuelos, padres, hijos. Familias, vecinos, amigos y enemigos. Y después, más humillación, más muerte y, sobretodo, miedo y silencio. El olvido por decreto. Hoy, setenta años después, el decreto continúa vigente. Sin embargo, el miedo y el silencio comienzan a resquebrajarse. El muro de contención rezuma lágrimas de sangre. La historia empieza a ser desenterrada. Como las miles de fosas sobre las que se asienta nuestra democracia y a las que tenían que ir clandestinamente tantos y tantos a depositar unas pocas flores a sus muertos.

La voz ahogada de los vencidos, de los perdedores, de los que cometieron el pecado de sobrevivir a la Guerra Civil Española. Cuarenta años de franquismo dedicados a aniquilar "la otra historia". En las cunetas de las carreteras y de la memoria. Después, treinta años de silencio, de sustento del miedo que esclavizó toda una vida de millones de personas.

La mayoría de los que la vivieron están ya bajo tierra. Murieron con la losa del silencio y de la humillación por panteón propio y del de sus muertos. Hoy, los pocos supervivientes que quedan y, sobretodo, sus nietos históricos reivindican conocer y que sean reconocidos. En una guerra todos son víctimas. Pero los golpistas y los que mataron a más seres humanos una vez instaurada la dictadura que durante la propia guerra, grabaron en la retina histórica su estatus de héroe vencedor. Los desaparecidos, los represaliados, los fusilados, los encarcelados, los huidos, los condenados a muerte, los guerrilleros antifascistas que aún hoy conservan oficialmente la categoría de bandonleros, los brigadistas internacionales que después fueron perseguidos en sus propios países, los familiares que tuvieron que convivir con los propios asesinos de sus hijos, esposos, padres sin poder preguntar si quiera por qué o dónde están. Esos, sólo vivir, sobrevivir y aprender a vivir con miedo. Y callar. Hasta hoy.

Un leve murmullo in crescendo. Unos pinceles desempolvando vidas arrebatadas a tiro de gracia. Un prado. Cinco fusilados. Un agujero de un metro cuadrado apenas. Unos encima de los otros. 1937. La fosa de Turanzas, en Llanes (Asturias). Ahora, los familiares escudriñan un pasado que por ser mutilado, nunca abandonó su presente. Arriba, aunque sólo a apenas un metro de sus padres, tíos, bisabuelos, sienten el vértigo de, por primera vez, sentirse completos. Todavía inmersos en un ambiente de clandestinidad, comparten, reconstruyen las vidas de los suyos buscando su propia historia y quizás, inconscientemente, el por qué de su orfandad. La necesidad humana de buscar la lógica, incluso cuando la única respuesta es la sinrazón. Sus miradas húmedas a veces son acompañadas de una sonrisa. "Aunque sólo sean los huesos, ahora podré decir: éstos son los huesos de mi padre" sentencia Rogelio Prieto, el menor de ocho hermanos, que jugaba con su padre cuando se lo llevaron. Mª Dolores sólo tenía tres meses cuando asesinaron a su padre. "Ahora puedo decir que tuve un padre".

Conocer lo que ocurrió no es destapar viejas heridas. Todo lo contrario. Es la única forma de que puedan curarse, de que pasen a ser cicatrices de nuestra historia. Conocer nuestro pasado no es sólo restaurar la dignidad y devolverles la voz a aquellos que se la taparon a punta de pistola. Es también dotar a la ciudadanía del conocimiento necesario para entender el verdadero significado de nuestra democracia, que sólo así podría dar el paso definitivo hacia la madurez, sana y fortalecida. A los hijos de los protagonistas no les contaron la guerra para protegerles y por miedo. En las aulas, sólo les contaron la historia que como arma propagandística diseñó el dictador Franco. A los nietos sólo les llegó una versión edulcorada, en el mejor de los casos, que la transición difuminó como parte del pacto del olvido y del perdón. Hoy, setenta años después, conocer nuestro pasado más reciente es la única vía para que esta sociedad haga suya esta democracia, valore los sangrientos y dolorosos obstáculos que hemos tenido que tumbar hasta llegar a ella y el papel activo que la ciudadanía tiene que jugar para protegerla y reforzarla. Sobre todo la juventud, que no por el tiempo transcurrido, apenas dos generaciones, sino por la barrera del olvido y del miedo, ha recibido un legado del cual, en su gran mayoría, desconoce el origen. La libertad. Conocer para actuar en consecuencia. Ésa es nuestra responsabilidad.

Patricia Simón

11 de septiembre de 2006

La luz


La luz. Marrakech agosto 2006.
Patricia Simón

Reconciliación

Y mientras su compañero regaba por primera vez las flores que nunca habían necesitado ser regadas, que nacieron porque las flores nacen, la tormenta estalló.

Y envueltos en un sudor ajeno porque ni siquiera en estas aisladas verdes montañas es ya nada como era, los árboles y ella, por fin, se dejaron hacer.

Y algo pasó. Y ella, temiendo que algo estuviera pasando, terminó bañada de la certeza de que algo estaba cambiando. Asustada ante la inmesidad del placer de dejar de ser uno, para por fin volver al todo. Las gotas sólo un aviso de atención. Las hojas, golpes de tambor de la batalla que nace a sabiendas de que siempre fracasará. Y, una vez más, las certezas batidas ante cada paso que dió y hasta mucho más tarde no decidió.

Y ahora, dentro de un túnel trazado por la arboleda que sólo había visto dibujada en los
cuentos que nunca leyó, paró en seco ante el recodo que, ahora sí, ahora por fin aprovechaban
los MIEDOS para mirarle cara a cara. O quizás fue ella, quien por fin, decidió el campo y el momento de la batida. Mojada, agotada, asustada, tranquila y preparada.

Y sólo entonces, parada en seco, sabiendo que tan sólo unos pasos la llevarían a la RECONCILIACIÓN, siguió esperando todos sus fantasmas, aquellos que la habían acompañado desde su niñez, aquellos con los que nunca acabó por familiarizarse, aquellos de los que continuaba escondiéndose. También hoy. También cuando invadida por la alegría de saber que el que se dirigía a ella, era el que siempre había presentido, al que siempre había esperado, al que siempre había añorado y recordado como "Ahora no puedo jugar, estoy muy cansado". Una vez más, pasos atrás.

Y ahora, corriendo hacia unos brazos que son su hogar, un rayo toca tierra frente a ella. Y la tormenta la ensordece. Y rompe a llorar. Y en los brazos que también a ella la riegan y la hacen florecer, llora alumbrada por la tormenta que acalla un perdón tras otro por no haber esperado el abrazo del que siempre estuvo a su vera. Ella en masculino.