8 de noviembre de 2006

El genocidio continúa

Masacre en Beit Hanun. Veintidós palestinos han sido asesinados, la mayoría mujeres y niños. Más de 50 han resultado heridos.

Abrazo de espejo roto

Curiosamente, este texto no puede estar más lejos de mi estado actual. Absolutamente feliz. Sin embargo, lo encontré en una libreta vieja y me pareció divertido.

Mentira. Falso. Error. Fantasía. Construcción. ¿Y qué? ¿Realidad? ¡Ja!.
Te vendo un trozo de mi cristal.
Bendita línea difusa entre ficción y realidad... Click, clack... Click, clack...

¿Y a mi qué? A mi me lo vas a contar. ¿Vale más un sueño horrible que una fantástica realidad?
Click... clack. Cómo te reirías de mi. Redentora por placer. Perdón por perdón aún...

Click, clack,click, clack... click, clack, click, clack... Grifos abiertos, viejas cañerías que nunca llegan al mar.

Click, clack, click, clack... Publicidad en los buzones, candados en las ventanas, flores de plástico en los jarrones...

Click, clack, click, clack... fuente chorreante de pasado... Click, clack, click, clack... Fuera de servicio, For Sale... Click, clack, click, clack... Comida para llevar, basura para traer... Click, clack, click, clack... Cerrado por devolución.

Click, clack, click,clack...

18 de septiembre de 2006

Yo tenía cinco años cuando llegaron las primeras pateras

Los náufragos marroquíes habían pagado unas 30.000 pesetas por cruzar el estrecho

EL PAÍS - España - 03-11-1988
Los marroquíes que naufragaron en la noche del martes al intentar cruzar el estrecho de Gibraltar pagaron al dueño de la barca entre 30.000 y 40.000 pesetas cada uno por el viaje, según informó ayer el Gobierno Civil de Cádiz. El propietario de la embarcación, en la que viajaban 23 personas, es uno de los aún 16 desaparecidos, según manifestó uno de los cuatro supervivientes del siniestro, que se encuentran en las dependencias de la Guardia Civil de Tarifa. Según estas declaraciones, el propietario, natural de Tánger, cobró a cada uno de los viajeros el dinero citado por trasladarles a las playas de Tarifa, desde donde pretendían desplazarse a Francia, en busca de trabajo, informa Efe.La expedición salió en una embarcación de unos 5,5 metros de eslora, en la tarde del pasado 31 de octubre, desde una playa en las proximidad del puerto de Tánger, y cuando se encontraban a una milla de las costas españolas la barca volcó, debido al mal estado de la mar.

La embarcación apareció en la playa tarifeña de Los Lances, con un cadáver en su interior, mientras que fuerza de la Guardia Civil detenían a los cuatro inmigrantes marroquíes que lograron llegar a nado hasta la costa.

La embarcación estaba propulsada por un motor fuera borda de 15 caballos y, en el caso de que sus ocupantes hubiesen podido llegar a alguna playa de la costa, se cree que hubieran sido controlados con relativa facilidad, por tratarse de una zona muy vigilada por los servicios antidroga.

Dos nuevos cadáveres
Los cuerpos sin vida de dos marroquíes fueron hallados ayer flotando a pocos metros de la orilla de la playa de Los Lances, en Tarifa (Cádiz), con lo que ya son tres los cadáveres recuperados tras el naufragio del pasado martes. El primer cuerpo había aparecido el mismo día del accidente, informa Juan Carlos Narváez.El primer cadáver fue encontrado desnudo y corresponde a un hombre de unos 20 años que, según las primeras impresiones médicas, y a falta de practicarle la autopsia, falleció ahogado.

El segundo de ellos, recuperado alrededor de la siete de la tarde, corresponde a un hombre de unos 19 años, vestido y sin documentación alguna, que sólo llevaba encima un paquete de tabaco y un billete de 50 dirhams, informa Efe.

Por otro lado, los náufragos detenidos afirmaron a la Guardia Civil que en la embarcación viajaban 23 personas quienes, cuando se produjo el vuelco, intentaron alcanzar la costa a nado.

Este suceso ha reavivado un hecho que sucede con cierta frecuencia en la zona: la inmigración ¡legal de marroquíes por las costas campogibraltareñas, a la búsqueda de trabajo en España.

Han pasado dieciocho años. ¿Cuántas personas se han ahogado desde entonces? ¿Se permitiría si fueran blanquitos? Hasta el acto cobarde de dejarlos que sea el mar quien los mate por nosotros es racista. No nos engañemos. Si no fuéramos racistas ellos no estarían muertos. ¿Hasta cuándo?

16 de septiembre de 2006

Miedo a la Memoria

Lágrimas, hambre, sangre, miedo, destrucción, miseria, humillación. Pasión, valentía, cobardía, ingenuidad, traición, solidaridad, amistad, exilio, refugio. Vida y muerte. Niños, ancianos, mujeres y hombres. Abuelos, padres, hijos. Familias, vecinos, amigos y enemigos. Y después, más humillación, más muerte y, sobretodo, miedo y silencio. El olvido por decreto. Hoy, setenta años después, el decreto continúa vigente. Sin embargo, el miedo y el silencio comienzan a resquebrajarse. El muro de contención rezuma lágrimas de sangre. La historia empieza a ser desenterrada. Como las miles de fosas sobre las que se asienta nuestra democracia y a las que tenían que ir clandestinamente tantos y tantos a depositar unas pocas flores a sus muertos.

La voz ahogada de los vencidos, de los perdedores, de los que cometieron el pecado de sobrevivir a la Guerra Civil Española. Cuarenta años de franquismo dedicados a aniquilar "la otra historia". En las cunetas de las carreteras y de la memoria. Después, treinta años de silencio, de sustento del miedo que esclavizó toda una vida de millones de personas.

La mayoría de los que la vivieron están ya bajo tierra. Murieron con la losa del silencio y de la humillación por panteón propio y del de sus muertos. Hoy, los pocos supervivientes que quedan y, sobretodo, sus nietos históricos reivindican conocer y que sean reconocidos. En una guerra todos son víctimas. Pero los golpistas y los que mataron a más seres humanos una vez instaurada la dictadura que durante la propia guerra, grabaron en la retina histórica su estatus de héroe vencedor. Los desaparecidos, los represaliados, los fusilados, los encarcelados, los huidos, los condenados a muerte, los guerrilleros antifascistas que aún hoy conservan oficialmente la categoría de bandonleros, los brigadistas internacionales que después fueron perseguidos en sus propios países, los familiares que tuvieron que convivir con los propios asesinos de sus hijos, esposos, padres sin poder preguntar si quiera por qué o dónde están. Esos, sólo vivir, sobrevivir y aprender a vivir con miedo. Y callar. Hasta hoy.

Un leve murmullo in crescendo. Unos pinceles desempolvando vidas arrebatadas a tiro de gracia. Un prado. Cinco fusilados. Un agujero de un metro cuadrado apenas. Unos encima de los otros. 1937. La fosa de Turanzas, en Llanes (Asturias). Ahora, los familiares escudriñan un pasado que por ser mutilado, nunca abandonó su presente. Arriba, aunque sólo a apenas un metro de sus padres, tíos, bisabuelos, sienten el vértigo de, por primera vez, sentirse completos. Todavía inmersos en un ambiente de clandestinidad, comparten, reconstruyen las vidas de los suyos buscando su propia historia y quizás, inconscientemente, el por qué de su orfandad. La necesidad humana de buscar la lógica, incluso cuando la única respuesta es la sinrazón. Sus miradas húmedas a veces son acompañadas de una sonrisa. "Aunque sólo sean los huesos, ahora podré decir: éstos son los huesos de mi padre" sentencia Rogelio Prieto, el menor de ocho hermanos, que jugaba con su padre cuando se lo llevaron. Mª Dolores sólo tenía tres meses cuando asesinaron a su padre. "Ahora puedo decir que tuve un padre".

Conocer lo que ocurrió no es destapar viejas heridas. Todo lo contrario. Es la única forma de que puedan curarse, de que pasen a ser cicatrices de nuestra historia. Conocer nuestro pasado no es sólo restaurar la dignidad y devolverles la voz a aquellos que se la taparon a punta de pistola. Es también dotar a la ciudadanía del conocimiento necesario para entender el verdadero significado de nuestra democracia, que sólo así podría dar el paso definitivo hacia la madurez, sana y fortalecida. A los hijos de los protagonistas no les contaron la guerra para protegerles y por miedo. En las aulas, sólo les contaron la historia que como arma propagandística diseñó el dictador Franco. A los nietos sólo les llegó una versión edulcorada, en el mejor de los casos, que la transición difuminó como parte del pacto del olvido y del perdón. Hoy, setenta años después, conocer nuestro pasado más reciente es la única vía para que esta sociedad haga suya esta democracia, valore los sangrientos y dolorosos obstáculos que hemos tenido que tumbar hasta llegar a ella y el papel activo que la ciudadanía tiene que jugar para protegerla y reforzarla. Sobre todo la juventud, que no por el tiempo transcurrido, apenas dos generaciones, sino por la barrera del olvido y del miedo, ha recibido un legado del cual, en su gran mayoría, desconoce el origen. La libertad. Conocer para actuar en consecuencia. Ésa es nuestra responsabilidad.

Patricia Simón

11 de septiembre de 2006

La luz


La luz. Marrakech agosto 2006.
Patricia Simón

Reconciliación

Y mientras su compañero regaba por primera vez las flores que nunca habían necesitado ser regadas, que nacieron porque las flores nacen, la tormenta estalló.

Y envueltos en un sudor ajeno porque ni siquiera en estas aisladas verdes montañas es ya nada como era, los árboles y ella, por fin, se dejaron hacer.

Y algo pasó. Y ella, temiendo que algo estuviera pasando, terminó bañada de la certeza de que algo estaba cambiando. Asustada ante la inmesidad del placer de dejar de ser uno, para por fin volver al todo. Las gotas sólo un aviso de atención. Las hojas, golpes de tambor de la batalla que nace a sabiendas de que siempre fracasará. Y, una vez más, las certezas batidas ante cada paso que dió y hasta mucho más tarde no decidió.

Y ahora, dentro de un túnel trazado por la arboleda que sólo había visto dibujada en los
cuentos que nunca leyó, paró en seco ante el recodo que, ahora sí, ahora por fin aprovechaban
los MIEDOS para mirarle cara a cara. O quizás fue ella, quien por fin, decidió el campo y el momento de la batida. Mojada, agotada, asustada, tranquila y preparada.

Y sólo entonces, parada en seco, sabiendo que tan sólo unos pasos la llevarían a la RECONCILIACIÓN, siguió esperando todos sus fantasmas, aquellos que la habían acompañado desde su niñez, aquellos con los que nunca acabó por familiarizarse, aquellos de los que continuaba escondiéndose. También hoy. También cuando invadida por la alegría de saber que el que se dirigía a ella, era el que siempre había presentido, al que siempre había esperado, al que siempre había añorado y recordado como "Ahora no puedo jugar, estoy muy cansado". Una vez más, pasos atrás.

Y ahora, corriendo hacia unos brazos que son su hogar, un rayo toca tierra frente a ella. Y la tormenta la ensordece. Y rompe a llorar. Y en los brazos que también a ella la riegan y la hacen florecer, llora alumbrada por la tormenta que acalla un perdón tras otro por no haber esperado el abrazo del que siempre estuvo a su vera. Ella en masculino.

26 de julio de 2006

"Nos han robado la Vía Láctea"

Un día, paseando por un alucinante pueblo medieval, comentas con un amigo una preocupación "poco recurrente mediáticamente". Pocos días más tarde, te lo encuentras en la prensa. Me encanta estas experiencias mediatelepáticas que nos demuestran que somos muchos más y si nos unimos somos mucho más poderosos de lo que ellos creen.

CONTAMINACIÓN LUMÍNICA
"Nos han robado la Vía Láctea"

NÚRIA NAVARRO

Se acabaron aquellos veranos de azotea en los que nos extasiábamos ante la bóveda celeste. Hemos encendido tantas luces que las estrellas no se ven. Por eso, Pere Horts (Figueres, 1956), profesor de Filosofía de la Ciencia de la Universitat de Girona y astrónomo, creó Cel Fosc, una oenegé que lucha contra la contaminación lumínica. Sostiene Horts que la energía eléctrica a todo trapo, además de ser cara, desbarata la flora y la fauna (nosotros incluidos).

--Exponga el agravio.
--Antes, desde mi terraza, en el centro de Figueres, podía observar con el telescopio el cúmulo de galaxias de Virgo, que están a 60 millones de años luz de distancia. De repente, una noche se habían comido tres cuartas partes de las galaxias.

--¿Quién se las comió?
--La expansión de la Barcelona olímpica. En Figueres, las nuevas instalaciones de iluminación hicieron desaparecer parte del firmamento. Si no hacíamos nada, los astrónomos teníamos cielo para cuatro días.

--Vaya. De esto también tiene la culpa Maragall...
--(Ríe) Es comprensible la necesidad que condujo a los políticos a apostar por un modelo de ciudad que se basaba en la ostentación de sus atractivos, a crear una Barcelona de escaparate. No eran conscientes de los errores del modelo. Pero ahora conocemos las consecuencias de la contaminación lumínica.

--¿Qué consecuencias son esas?
--Económicas, para empezar. Nosotros, que en 1993 ya pedimos a los partidos que se estudiara el fenómeno, demostramos que haciendo unos cambios se lograba un ahorro energético de un 25%.

--¿De cuánto estamos hablando?
--Con una iluminación correcta, Catalunya podría ahorrar 30.000 millones de euros, el equivalente a 14.000 toneladas de petróleo al año. Pero las luces encendidas no solo tienen una repercusión económica.

--Dispare.
--Tienen un impacto medioambiental. Un kilovatio de energía eléctrica producida en una central térmica genera un kilo de dióxido de carbono. ¿Estamos dispuestos a asumir este perjuicio por el disfrute estético de esporádicos paseantes a altas horas de la madrugada? ¡Es una luz absolutamente gratuita!

--Visto así...
--Además, la emisión de luz artificial deficiente, en especial cuando se proyecta desde ámbitos urbanos hacia el medio natural, tiene otros efectos nocivos. La exposición del hombre a determinados tipos de luz en horas nocturnas incide en la alteración de los ritmos circadianos y en la secreción de melatonina, que influye en ciertos tipos de cáncer.

--¡Qué me dice!
--Y afecta a toda la vida nocturna de la flora y la fauna. Somos humanos y tenemos tendencia a caer en el prejuicio antropocéntrico. Creemos que aquello que nos beneficia no perjudica a nadie más. Y es falso. La luz artificial nos permite prolongar nuestras actividades, pero no ocurre lo mismo en el medio natural.

--¿Hay tanta actividad de noche?
--La actividad biológica es superior de noche que de día. Si introduces luz blanca, se rompe el equilibrio poblacional de algunas especies y se altera la reproducción de otras.

--Entiendo. Pero es que... ¡hemos estado a oscuras 15.000 años!
--¡No pedimos volver a la oscuridad! Solo queremos que se ilumine de forma correcta lo que hay que iluminar. Hay que iluminar las vías urbanas y no hay que iluminar la fachada del Banco Vitalicio, por ejemplo.

--¿Y las fachadas de la Pedrera, la torre Agbar, el Museu Dalí...?
--Solo tiene sentido iluminarlas cuando haya un porcentaje mínimo de ciudadanos en la calle que puedan disfrutar de su visión.

--No ver el cielo también tiene implicaciones metafísicas, dice.
--Dos terceras partes de la población mundial no pueden ver la Vía Láctea. ¡Nos la han robado! En Barcelona apenas se ve la luna y alguna que otra estrella muy brillante. ¡En esta época deberían poder contarse 3.000 estrellas! Eso significa que se nos escamotea el derecho de observar una parte del paisaje natural.

--¡Hombre!
--La contemplación de un cielo estrellado difícilmente deja indiferente al espíritu más corto. Te hace preguntarte cosas. Los urbanitas, además, van perdiendo la capacidad de saberse parte del entorno natural. Y eso origina una pérdida.

--Perdemos nuestra medida.
--Así es. La materia de nuestro cuerpo, excepto el hidrógeno, se generó en el seno de una o múltiples estrellas que murieron hace millones de años. Somos materia de astros.

--Y ustedes son 300 activistas. ¡La maldición de Thomas Alva Edison!
--¡No tenemos nada en contra de Edison, sino de la mala utilización de la luz! Estamos convencidos de que, de noche, fuera de la vivienda, solo hay que iluminar lo necesario. Hay que garantizar la visibilidad y la seguridad de vehículos y personas.

El Periódico de Catalunya

22 de junio de 2006

EL ERROR, ÚNICO RESULTADO POSIBLE

Mirando a mi alrededor, en mi derredor y en mi interior, sólo hay una conclusión. Lo más probable es que todo sea un error. ¿Cuántas probabilidades tenemos de acertar? PROBABILIDAD CERO.

20 de junio de 2006

De obligada lectura

ENTREVISTA al historiador Tony Judt

"Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigración"
JOSÉ MANUEL CALVO
DOMINGO - 18-06-2006
En diciembre de 1989, cuando el historiador Tony Judt cambiaba de tren en la Westbahnhof de Viena, decidió escribir un libro. Volvía de Praga, donde Václav Havel y sus compañeros hacían la revolución de terciopelo, semanas después de la caída del muro de Berlín. "Una era acaba y otra empieza", pensó. Quince años después, Judt (Londres, 58 años, profesor en Nueva York y director del Instituto Remarque) publica Postwar[Posguerra, Taurus, octubre de 2006], un gran retrato de los 60 años de reconstrucción de Europa desde 1945 que no ahorra incómodas realidades sobre la colaboración, la resistencia o la guerra fría: "La historia como desencanto de los mitos, como ruptura de ciertos recuerdos". Esta Europa que ocupa "una privilegiada situación para ofrecer al mundo algún consejo modesto sobre cómo no repetir los errores que ella cometió" y que podría ser el modelo futuro de organización internacional: "Si los europeos no se suicidan políticamente, es decir, si mantienen la unidad política, el siglo XXI podría ser el siglo de Europa, un continente próspero y estable con un modelo único que combina las libertades occidentales con la cohesión social", dice Judt en su despacho del Instituto Remarque, con ventanas que dan a Washington Square, corazón de la Universidad de Nueva York.
Pregunta. Ni la historia edulcorada ni la amnesia, propone usted al contar los últimos 60 años de Europa.
Respuesta. Hemos de tener cuidado, al librarnos de la autocomplacencia con la que se narraba la reconstrucción después de 1945, de no caer en otro tipo de autosatisfacción, la de decir: "Hay que ver, qué honrados somos". El nuevo mito sería: como ya hemos dicho la verdad y sabemos cómo fue todo, no hace falta que volvamos sobre ello. Una trágica consecuencia de esto es que hoy, en Alemania, los jóvenes dicen: "Bueno, ya sabemos toda la verdad de lo que pasó; ¿podemos, por favor, dejarlo ya?".
P. Dedica su epílogo al Holocausto y a la necesidad de mantener vivos los horrores pasados, pero no de cualquier forma.
R. Hay que mantenerlos, pero como historia, porque si lo haces como memoria, siempre inventas una nueva capa de olvido. Porque recuerdas siempre alguna cosa, recuerdas lo que te es más cómodo, o lo que te es políticamente más útil... Por eso escribí el epílogo, porque quería acabar subrayando la importancia de la historia, especialmente en la época contemporánea, cuando es tan fácil pensar que con la memoria es suficiente.
P. ¿La memoria selectiva es necesaria a veces para la supervivencia?
R. Depende de si le respondo como historiador o como ciudadano. Como ciudadano, diría: ya sea sobre 1945 o 1989, hay que decir la verdad, hay que hacer todas las preguntas. Como historiador, le diría que en estas situaciones hay un modelo: en los primeros años después de una catástrofe, como la II Guerra Mundial, o una ocupación o una guerra civil, tiene que haber un tiempo de silencio político. Y luego, normalmente una generación después y con estabilidad política y económica, la gente empieza a decir: "Un momento, así no es como fue", o "¿Estás seguro de que eso fue así?", o "Hay cosas que tenemos que decir porque no las pudimos decir antes"... Esto es lo que pasó en Alemania en los años sesenta y setenta, pero no antes, porque era imposible.
P. Tras el silencio, ¿puede llegar a ser arriesgado que haya demasiados recuerdos?
R. Sí, demasiada memoria podría ser algo malo por contraproducente. Y si se insiste en sacar a la luz todo el dolor, todos los delitos, los compromisos y colaboraciones de la gente, o de sus padres, o cosas que muchos no quieren recordar, pueden pasar un par de cosas: primero, la gente va a decir: "Mi historia es la historia verdadera, no las de los demás"; segundo, va a ocurrir... Se lo diré con un ejemplo: cuando, en los años ochenta, empezó a debatirse abiertamente en Francia todo lo del Gobierno de Vichy, uno de los primeros en hablar fue Bruno Maigret, número dos entonces del Frente Nacional de Le Pen. Maigret dijo que se alegraba mucho y que había que contar toda la verdad de la magnitud de la colaboración, porque eso demostraría que Vichy era popular, que aquel Gobierno tenía respaldo... "Il faut le dire, hay que decirlo, después de 30 años de haberlo negado, y eso me legitima a mí, a Maigret".
P. Un debate que no llegó al fondo hasta la muerte de Mitterrand, que había sido funcionario de aquel Gobierno...
R. Él representa todas las ironías y las complejidades. Si se multiplica eso por millones de franceses, es fácil ver por qué puede llegar a ser políticamente insostenible un proceso en el que se exige demasiado al recuerdo, a la memoria.
P. Es chocante leer en su libro que en Francia se sancionó a menos del 0,1% de los colaboracionistas de Vichy.
R. Mucha gente me dice: "Pero ¿es verdad eso?". Porque existe la idea, primero, de que no hubo muchos colaboracionistas, y segundo, de que todos ellos habían sido castigados. Y en realidad fueron muy numerosos, y muy pocos fueron castigados; irónicamente, hubo más castigos en países como Noruega o Dinamarca, donde se dieron los índices más bajos de colaboracionismo. Cada país tiene su propia historia: Italia, en donde fue necesario construir el mito del antifascismo, porque había habido un país fascista durante 21 años; porque el único espacio que se le dejó en Europa fue el de una república alpina neutral: si no hubiera sido por la guerra fría, Occidente y, por distintas razones, los rusos, no lo hubieran admitido. El resultado ha sido que Austria fue uno de los últimos países en los que se pudo hablar públicamente de lo que había pasado.
P. "Habría sido imposible gobernar Alemania sin alemanes después de la guerra". Por eso, en 1951, en Baviera, el 94% de los jueces y fiscales y el 77% de los funcionarios de Hacienda eran ex nazis. El 43% del cuerpo diplomático en Bonn eran antiguos miembros de las SS, y el 17%, de la Gestapo...
R. Se debió a un par de razones. Primero, no había suficiente gente cualificada que no fueran nazis, exactamente como ocurrió después del comunismo en Bulgaria, Rumania... Los únicos con títulos superiores, ingenieros o gestores habían tenido cargos en el partido comunista. Pero hubo otra razón: la decisión estratégica de norteamericanos y británicos de no castigar colectivamente, sino individualmente, porque en el derecho anglosajón cada delito es individual. El resultado es la paradoja de que todo aquel que no fue juzgado sintió que no era culpable. En los sesenta conocí a algunos alemanes que habían pertenecido al partido nazi con responsabilidades de nivel medio y hablaban de ello con toda naturalidad. Yo, un joven estudiante inglés, estaba horrorizado, pero ellos me decían: "Todo el mundo pertenecía al partido, ¿qué querías que hiciéramos?". Si se hubiera querido reconstruir el país con heroicos resistentes, habría habido 10.000 personas en total.
P. Es estremecedor el capítulo En el torbellino, sobre los efectos de la guerra fría en Hungría, Polonia, Checoslovaquia... Y cómo los intelectuales europeos, sobre todo franceses, rechazan los testimonios de la represión. "Hay que elegir entre la Unión Soviética y el bloque anglosajón", dijo Jean Paul Sartre.
R. Pasó con otros intelectuales -italianos, británicos-, pero fue especialmente fuerte en Francia. Tiene que ver con la humillación: la combinación de la catástrofe sin precedentes de 1940 en Francia -que es mucho más psicológica, aunque también militar- con lo humillante de la ocupación, y de haber sido liberados por norteamericanos y británicos. La ironía es que después de la guerra, París vuelve a ser la capital intelectual de Europa. ¿Por qué? Porque Berlín está muerta, porque el Este está bajo el comunismo, Gran Bretaña es marginal, España está bajo Franco, Italia está recuperándose de la Guerra Civil y del fascismo, América está aún muy lejos... Y los intelectuales del Este, los americanos, los españoles disidentes van a París, y hay esta ilusión que se cultiva entre los intelectuales parisienses -muy poderosos- de que Francia es, de nuevo, un país distinto, ni comunista ni angloamericano, una tercera vía. La consecuencia fue una absoluta ceguera sobre lo que pasaba en el Este. A eso hay que añadir esa idea de que las personas que saben, porque lo han visto o sufrido, son malos testigos por definición: si has experimentado el comunismo, ya no eres objetivo a la hora de hablar, porque lo has sufrido, porque eres una víctima. "No escuchéis a los que gritan socorro, porque no saben de lo que hablan". En la medida en que eres víctima, no eres fiable.
P. ¿Hay alguna conexión entre esto y la corriente intelectual europea antiamericana?
R. El antiamericanismo era, en algunos países, más fuerte entre intelectuales y artistas que entre las masas. No fue sólo la humillación de la liberación o del Plan Marshall, sino la visión de América: todo lo que era intranquilizador sobre el futuro -la industrialización, la modernización, la velocidad, la pérdida de las certezas-, de alguna manera estaba simbolizado por América. No tenía que ver con la derecha o la izquierda; la extrema derecha fue muy antiamericana, porque creía que América eran los judíos y el cosmopolitismo y la amenaza a las identidades nacionales... y después de la guerra, lo fue la izquierda. No era tanto político como cultural, y se trataba del miedo al cambio. Aunque la guerra lo trastornó todo, muchos de los hábitos culturales de los años veinte estaban aún presentes en Europa en los años cuarenta y cincuenta, y uno era esta visión de América como un lugar extraño, ajeno.
P. El viejo orden concluye con Mijaíl Gorbachov, con la caída del muro. ¿Los que vivían al otro lado se imaginaban algo así?
R. Yo iba a Europa del Este en los ochenta con una organización dedicada a llevar ilegalmente libros a Checoslovaquia. Conocí a optimistas y pesimistas, pero nadie tenía expectativas de un cambio inmediato. Su gran esperanza era que Gorbachov ayudara a reformar a los comunistas en Hungría o que los comunistas polacos llegaran a algún acuerdo con Solidaridad.
P. ¿Cómo se explica ahora la catástrofe de los Balcanes?
R. Muchos en Occidente cayeron en la ilusión de que Yugoslavia era un lugar de compromiso; la izquierda podía creer que Tito había inventado, con éxito, un comunismo autónomo, y la derecha podía pensar que era un régimen comunista, pero occidental. Y todos tardaron mucho en enterarse de lo que pasaba; Tito -hablábamos de olvidar el pasado- había manejado muy bien la historia: la tragedia de la guerra, las masacres entre croatas y serbios... y caímos en el sueño de un Estado multicultural y multinacional. Luego, frente al problema de política exterior y al reto moral del enfrentamiento, no hubo capacidad de respuesta colectiva. El Ejército yugoslavo y los paramilitares serbios podrían haber sido derrotados por una división de soldados británicos. Pero nadie tuvo la voluntad política de hacerlo.
P. E intervinieron los norteamericanos...
R. Intervinieron en 1995, y lo que hicieron, insisto, es algo que británicos y franceses podrían haber hecho perfectamente. Desde el punto de vista bosnio o croata, fue doblemente catastrófico: primero, Europa no hace nada, y después, América tarda en llegar. No había una voz común europea que les dijera a los serbios que tenían que entregar a los criminales de guerra o que tenían que pactar. La historia que Europa se había contado a sí misma desde 1945 hasta 1989, la historia de una nueva Europa basada en la paz, la cooperación y las alianzas económicas, hacía muy difícil imaginar una guerra, un conflicto con limpieza étnica fascista. Por eso fue tan terrible.
P. ¿De qué cosas debe avergonzarse Europa?
R. Bueno, ya hemos hablado de una, Yugoslavia. Otra fue, durante mucho tiempo, el silencio sobre el pasado; si se hubiera parado el reloj en los años setenta, tendríamos mucho de lo que avergonzarnos. Otra más: la paradoja, muy embarazosa, de que Europa occidental se reconstruyó con gran éxito en parte porque Europa oriental no estaba presente. Los intelectuales europeos tienen una gran responsabilidad por no haber reflexionado correctamente sobre el comunismo, igual que fracasaron en los años treinta con el fascismo, con lo que la división entre Este y Oeste es más profunda de lo que tendría que ser. Diría que Europa occidental no supo reaccionar ni rápida ni entusiásticamente en 1989, y, como resultado, complicó durante un tiempo un proceso de integración política que debería haber sido más fácil.
P. ¿Y la lista de las cosas de las que pueden enorgullecerse los europeos?
R. ¡Oh, Dios mío! Un montón. Lo principal es que era impensable, en 1945, que las cosas fueran como fueron después. ¿Cuáles eran las perspectivas? Un probable retorno al fascismo en muchos países; porque era una respuesta obvia a las experiencias de la guerra, a las privaciones... Otra posibilidad era la implantación del comunismo en Italia, quizá en Francia, en Bélgica... Y nadie podía haber soñado que Europa iba a recuperarse en menos de 50 años; algo inimaginable al contemplar el grado de destrucción económica y moral de 1940 a 1945. Era muy difícil recuperar la idea de civilización europea. Que Europa sea lo que es hoy es asombroso. Segundo, Europa ha logrado algo que ningún otro grupo de países ha hecho: mantener las autonomías nacionales -el Estado español, el británico, el alemán-, dando al mismo tiempo auténtico poder de iniciativa a organismos supranacionales.
P. ¿Qué errores de fondo, de los que no se habla lo suficiente, está cometiendo Europa?
R. Creo que es un gran error que llevemos 25 años sin reflexionar en serio sobre las implicaciones de la inmigración ni sobre las sociedades multiculturales y multirreligiosas. El resultado es que políticos como Le Pen tienen mucho campo. Creo que es grave no haber reformado los sistemas educativos: tenemos grandes universidades con cientos de miles de estudiantes sin perspectivas de empleo y con títulos devaluados. Y debo decir que mi generación, la del baby boom, ha demostrado ser políticamente desastrosa: tenemos políticos de segunda o tercera categoría. Si se compara con la generación posterior a la guerra mundial -y lo mismo ocurre aquí, en EE UU-, la diferencia es evidente. No tenemos líderes políticos, en Europa o en Norteamérica, capaces de hablar de los desafíos actuales, y mucho menos de los futuros.
P. ¿Cuáles son esos retos?
R. Hablaré de dos. El Estado del bienestar fue un gran éxito europeo. La combinación de prosperidad y seguridad se dio mejor en países pequeños y ricos como Holanda, Suecia o Dinamarca. Ahí es donde la presencia de comunidades muy distintas -por el color de la piel, la religión, el idioma- es más difícil de asumir. El reto, para todos, es mantener las grandes virtudes del Estado del bienestar al tiempo que se incorpora a los inmigrantes, sin provocar el ascenso de políticas antiinmigración que capten al electorado de la derecha o de la izquierda. Es decir, Europa debe adaptar el Estado del bienestar a la inmigración, rediseñar el Estado de bienestar sin hacer el juego al multiculturalismo extremo ni al nacionalismo, para reconstruirlo en sociedades mezcladas para las que no estaba pensado.
P. ¿Y el segundo?
R. El segundo sería fijar límites a la expansión de Europa, la única zona del mundo, con Israel, que no define sus fronteras. Es un conflicto, porque si defines las fronteras, vas a tener un problema con la gente que se queda fuera; pero si no las defines, vas a tener el problema en casa, porque el electorado, de España, de Francia o de donde sea, te va a decir: "Un momento, ¿vamos a pagar dinero a los turcos, a los bielorrusos, a los ucranios, y ellos van a venir aquí y van a ocupar nuestros empleos?". Yo no tengo respuestas, y sé por experiencia -en Turquía, en Macedonia, en otros lugares- que lo mejor que tiene Europa es la promesa de que va a llegar hasta ti. La diferencia entre EE UU y Europa es ésa: EE UU es un sueño, el estilo de vida americano, pero tienes que ir allí, es un sueño individual, privado: te metes en un barco, en un avión, y vas a América, y prosperas y eres libre, etcétera. Pero Europa... tú estás donde estás, y Europa te llega. Estás en Macedonia, en Serbia, en Turquía, en Ucrania... y Europa llega: te haces europeo donde vives, es algo maravilloso. Pero tiene que haber un límite.
P. ¿Dónde está ese límite?
R. Hay que pensarlo y decidirlo, y entiendo que es algo terrible, porque los países que se queden fuera probablemente no tendrán posibilidades de convertirse en democracias estables, con lo que, aparte de lo que eso supone, nos estamos creando malos vecinos. Pero en algún momento hay que decir: Europa llega hasta aquí.

¿Por qué El País mete esta información en Negocios?

Hasta hace poco, cuando tenía entre mis manos El País dominical, había una sección que "nunca me daba tiempo a leer" o que, incluso, excluía conscientemente de mi lectura. La sección de Negocios. Sabía que en esas hojas se encontraban muchas de las informaciones más interesantes e influyentes para la sociedad, pero por holgazanería pasaba. Pues bien, ahora intento que ocupe la primera parte de mi revisión de prensa. Por ser precisamente consciente de esto, de que la mayoría de la gente pasa de las páginas anaranjadas, me parece una incompetencia que El País haya incluído en esta sección este artículo. En un modesto intento de recuperar este artículo de interés general y urgente para nuestra sociedad, reproduzco a continuación este trabajo de mi respetado Ignacio Cembrero.

España sextuplica su mano de obra extranjera Un estudio de la OCDE subraya que el 42% de los inmigrantes ocupan empleos que no son acordes con su formación
IGNACIO CEMBRERO
NEGOCIOS - Economía - 18-06-2006

Los datos son contundentes. La OCDE acaba de publicar el informe Perspectivas de las migraciones internacionales, y en él se recalca que la inmigración impulsa el crecimiento, flexibiliza el mercado laboral y no quita el empleo a la población autóctona ni repercute negativamente en Hacienda.
España ostenta varios récords mundiales en materia de inmigración. El más llamativo es que en una década (1994-2004) ha aumentado un 541% el empleo desempeñado por extranjeros. Este y otros datos sobre la magnitud de la inmigración en España, comparada con los demás países desarrollados, quedan puestos de relieve en el estudio Perspectivas de las migraciones internacionales que la OCDE acaba de publicar en París. El informe compara en varias tablas estadísticas el fenómeno migratorio en los países de la OCDE. Saca así a la luz algunos datos llamativos sobre España. De los 30 países miembros de la organización fue, en 2004, el que más inmigrantes recibió (645.000) después de Estados Unidos casi siete veces más poblado que España.Ese año fue también el segundo país desarrollado, después de Eslovaquia, en el que, con relación a 2003, en mayor proporción (50%) aumentó el número de inmigrantes. En Eslovaquia, sin embargo, la población extranjera sigue siendo muy reducida. Más llamativo aún: España ostenta el récord mundial de incremento del empleo desempeñado por extranjeros. Entre 1994 y 2004 creció un 541,6% o se sextuplicó. Italia ocupa un segundo lugar (322%), lejos del primero.
Otro dato sorprendente, compartido con algunos países del sur de Europa y con Austria, es que la tasa de actividad de los inmigrantes rebasa en España a la de los autóctonos. Inversamente hay más jóvenes españoles (de 15 a 24 años) en paro que extranjeros. El paro de larga duración afecta menos a los inmigrantes que a los españoles. Hay, por último, más extranjeros que españoles que han rebasado los 55 años y que continuan trabajando.
Llegadas recientesPese a todo, en 2004 España sólo figuraba en el décimo puesto de la OCDE por porcentaje de extranjeros (11,2%) sobre el total de la población activa porque, a diferencia de Francia o de Alemania, la inmigración ha sido masiva pero muy reciente. Aun así España ya supera al Reino Unido y a los Países Bajos. La inmigración en España tiene también un lado negativo. Es el país en el que hay más extranjeros desclasificados. Un 42% no ocupan empleos acordes con su nivel de educación. Aunque en menor medida (25%), también los españoles son subvalorados a la hora de ser contratados.
"Los inmigrantes del Cono Sur y los centroeuropeos suelen tener formación pero por varios motivos -uno de ellos la barrera de la lengua para los europeos- no se les saca todo el partido", señala Jean-Christophe Dumont, uno de los tres autores del informe.
Otro triste récord español en la OCDE es el de la precariedad del empleo. Casi el 45% de los inmigrantes desempeñan trabajos eventuales, un porcentaje que también es elevado, pero menos, entre la población autóctona.
El reparto de la inmigración por sectores de actividad en España es bastante distinto del resto de la OCDE. La construcción absorbe nada menos que el 16,3% de la mano de obra extranjera, seguida por la industria manufacturera (13,6%) y el servicio doméstico (12,2%). En este área, y en la agricultura, España y Grecia se sitúan a la cabeza por la proporción de extranjeros que emplean.
"La aparición de un servicio doméstico relativamente barato está permitiendo a las mujeres formadas incorporarse al mercado de trabajo", resalta Dumont. "Este y otros ejemplos ponen de relieve la complementaridad entre la mano de obra extranjera y la autóctona".
"Los trabajadores extranjeros", señala el informe, "muestran [en España] una fuerte especialización sectorial en función de sus orígenes: los africanos se dedican a la agricultura, los europeos a la industria y los latinoamericanos a la construcción y a los servicios". La hostelería requiere un cierto conocimiento del idioma del país, de ahí la presencia de los latinos.
Aunque no se atreve a hacer una estimación, Dumont no tiene dudas de que, especialmente en el caso de España, la inmigración ha impulsado el PIB. "Es un país con una fecundidad de las más bajas en el que el desembarco de extranjeros ha sido un dinamizador económico", asegura.
Otro tanto sucede en varios países desarrollados y algunos, como el Reino Unido, lo han medido mediante estudios: el 16% del crecimiento es achacable a la inmigración. El impacto sobre la renta per cápita es más discutible, pero en ese país lo evaluan en un 0,15%.
Dumont rechaza tajantemente que los extranjeros compitan con los autóctonos en el mercado de trabajo -insiste en que son complementarios- y resalta que la inmigración flexibiliza el mercado laboral e incrementa la movilidad de la mano de obra en países como España donde es reacia a trasladarse de ciudad.
¿Todo son ventajas? No. A corto plazo puede reducir el sueldo medio, pero de forma casi despreciable y la tendencia se invierte a medio y largo plazo.

22 de mayo de 2006

Pataleta

La mediatización del dolor nos ha hecho percibirlo a través del filtro de la ficción. Sin embargo, cuando realmente alcanzamos a percibirlo, cuando nos raja el pecho y nos desangra, todos los esquemas en los que basamos nuestra experiencia se revuelven, y el desasosiego lo rompe todo. El dolor y el miedo. Los que realmente destrozan la vida. Cuando tienes en frente a personas que te lo narran, pasas de la tristeza al dolor, del dolor a la rabia y, entonces... Entonces sientes odio. Frente a mi, demasiada gente me ha contado como unos desgraciados destrozan o/y destrozaron sus vidas. He tenido que dejar de ver un documental que están emitiendo en La 2 sobre el campo de concentración de Treblinka. Una vez más, mi razón se ha visto sobrepasada por el interrogante de cómo los seres humanos podemos llegar a ser tan despiadados, tan criminales, tan aborrecibles. Y, lo peor. Si yo misma, en determinadas circunstancias, podrías pasar ese umbral. La experiencia me dice que no. Sin embargo, ellos para mi son héroes. Dolor con nombres y caras de amigos que han compartido conmigo sus desgraciadas vidas. Y, entonces, sientes que no puedes más. Que no podrás aguantar una sola palabra más. Que te derrumbas mientras tu cuerpo tiembla y sabes que ya no puedes contener más las lágrimas bajo los párpados. El dolor está en todas partes. Y todos somos cómplices. Aborrezco escuchar en la radio obtusas disertaciones sobre "la sinrazón de dar más protagonismo a la inmigración que llega en cayucos que la que llega por los aeropuertos de América Latina". Quizás porque los aviones no se hunden en el mar tan a menudo, aunque sus pasajeros sí que se hunden también en la miseria, pedazo de cenutrio. . Aborrezco cómo las fuerzas marroquíes masacraban a la población saharaui en El Aaiún mientras la Comisión de Derechos Humanos de la ONU tomaba té en el hotel. Aborrezco a los progres profesionales y defensores ecuánimes de la humanidad con métodos más fascistoides que los que más. Aborrezco a los que se manifiestan en nombre de la libertad y se dedican al golpismo verbal en el Parlamento porque nunca se creyeron esto de la democraciaY aborrezco todo aquello que se sitúe por encima de la vida humana, de las PERSONAS. ¿Qué coño somos? Ya sé que todo esto que digo no vale una mierda. Y, por encima de todo, que hay seres humanos que merecen llamarse así, y que tienen corazón y que no son hienas.

Mientras, sígamos todos discerniendo sobre la bondad de la nacionalización de los hidrocarburos -aunque mi interés nacional me lleve a preocuparme por quien me da de comer cada mañana, MamiRepsol-; sígamos buscando soluciones al "problema de la inmigración"-aunque el problema me da a mi que lo es para ellos-, y, sobretodo, sígamos fustigándonos un poco de vez en cuando por la mala conciencia de no ser todo lo solidarios, justos y progres que nos gustaría ser.

Buenas noches desde mi pataleta sin complejos.Ah! Y, por favor, desde mi más modestísisisisima opinión. Basta ya de tanta mediocridad.

21 de mayo de 2006

Arboleda de tejados

Cristalina, brillante, húmeda.
Bañada en sal entre tejados.
Brisa que juega con las faldas de lino en verano.
Colchón de hojas doradas de mi reposo otoñal.
Canaleta traviesa, chorro de agua de lluvia
que me sorprende sin paragüas.
Baile, danza, rito. Descalza y sinuosa.
Vaporosa, Volátil, Etérea.
Pero a mi vera siempre.
Tarareo constante e ininteligible.
Sabeedora de su poder con impunidad
Vela por el misterio de su silencio.
Se muerde un labio y mira atrás.
Rumorea un verso y cae en un nuevo sueño.
Pasea por los tejados, baja por chimeneas,
indaga en los trasteros y retoza en camas ajenas.
Pero a mi vera siempre.
Sube a una mesa, arremanga su falda y baila.
Cubre con un pañuelo la mirada de su amante.
Toca las palmas, jalea, se sonroja, da vueltas
Y vueltas y vueltas y canta y vuela y vuela….
en una arboleda de tejados.

Un brindis

Subida a los tacones de charol verde pistacho camino sintiendo los pasos, dibujando un trazo en las piedras de mi barrio Cimadevilla. Sin pensarlo, giro a la izquierda y me siento en la Plaza del Amor. Pienso en las pinzas de madera de tender la ropa. Veo una colada tendida en un balcón en la que ondean en la brisa marina retratos de mis pilares. Mi familia, mis amigos, mi enamorado. Y me los imagino todos juntos, en la Plaza. Una mesa de madera, en medio una botella de sidra y, alrededor, todos ellos, que soy yo. Llamo por teléfono a mi hermana. Nos contamos las cosas que no aparecerían en una biografía. Lo que más hecho de menos. Llamo a mi madre. Nos reímos, nos decimos cuánto nos queremos y nos echamos de menos. Llamo a Lydia. Está en una rueda de prensa. Hoy no podrá ser. Pensaba que me cogería el teléfono y que, de pronto, escucharía su voz muy cerca. Pensaba que estaría aquí, en Gijón. Llamo a Lola. Contestador Automático. Me esperan. Tengo que dejar la plaza del Amor. Aquí he visto las fotos más hermosas. Aquellas que sólo retienen mis pupilas. Padres, hijos, abuelos, perros, palomas, corchos de botellas que ahora son risas,… Todos jugando con la vida. Haciendole cosquillitas. La música: un acento sin complejos. Vuelvo a danzar por mis calles. Click, clack,click, clack. ¿Qué íntima tentación tendremos las mujeres con los tacones?. ¿Quizás la búsqueda de la feminidad que los años nos fueron limando? De fondo, Lucía. Una anciana esclavizada por el miedo que la guerra civil le dejó a quemarropa. Saco las llaves del bolso. Escucho la voz de Javier. Me siento en sus rodillas y balanceo mis piernas. Recuesto mi rostro en su hombro. Me pregunta qué tal todo. Le propongo un brindis con vino gaditano. Por la Plaza del Amor.

4 de abril de 2006

No más en nuestro nombre

Un informe de la Fundación Santa María muestra la “aceleración del proceso de secularización” debido a que “los jóvenes no encuentran modelos de religiosidad atrayentes”
Fecha de publicación: 04/04/2006 17:04
VERITAS -AGENCIA CATÓLICA DE NOTICIAS DE ESPAÑA-
Lugar: Madrid

(VERITAS) La Fundación Santa María presentó hoy en Madrid el estudio “Jóvenes Españoles 2005” en el que analizan en profundidad los diferentes aspectos que configuran el perfil de los jóvenes españoles de hoy. Entre los datos ofrecidos por este informe, se encuentra que “hace diez años los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77% y hoy, por primera vez en la historia, no llegan al 50%” y culpan los autores de este informe de la “precipitada aceleración del proceso de secularización” a que “los jóvenes no encuentran modelos de religiosidad atrayentes”.

Otras de las causas, que propone este informe son “la creciente secularización de la sociedad, los cambios políticos en una dirección claramente laicista y la desconfianza que suscita la Iglesia entre los jóvenes”. La situación religiosa de los jóvenes es también mostrada en este informe y sus datos ofrecen que sólo el 10% de los jóvenes se declara católico comprometido frente a un 20% que se caracteriza por la indiferencia religiosa, agnosticismo o ateismo.

Respecto a la familia, el informe constata entre los jóvenes “un pluralismo en las apreciaciones de lo que constituye hoy una familia, aunque sigue predominando la concepción del hogar constituido por un padre, una madre y un hijo, unidos en matrimonio”. Los jóvenes, destaca el informe, “valoran el matrimonio pero lo retardan, valoran tener hijos pero los reducen y tienden a ser más fieles a la pareja a pesar de aumentar las separaciones y divorcios”.