8 de diciembre de 2008

Más Quilombagem

Anoche, tras recibir a los Quilombagem tras un día de esos que te cambian la vida, recordaba cómo fueron ellos, hace ahora cuatro años, quienes me enseñaron a que en este mundo se le llama locura a querer cambiar el mundo, a que hay que estar un poco locos para atreverse a dedicarse a cambiarlo y a como en este lado del charco, hay que estar aún más loco para que el ambiente no te borre la lucidez que allá arrasa con todos los prejuicios y las barreras que nos han y nos hemos ido creando.

A mi a veces se me pasa la locura y tengo que, conscientemente, volverme un ratito loca como Martín Romaña.

Pero si vais a ver Quilombagem, si tenéis el privilegio de toparos con estos líderes de menos de veinticinco años, si logramos darnos cuenta de que nos hemos convertido en unos niños de papá/mamá que no ven más allá de sus narices, que nos hemos convertido en todo aquello lamentable que criticamos. Si vais a ver Quilombagem, os daréis cuenta de que para ser valiente tenemos que llevar nuestra locura a gala y luchar por todas esas cosas que dicen que se pasaron de moda. Pensar que todo es posible aunque no se haya hecho antes. Pensar que se puede crear, cambiar, influir. Ser valiente y ponerse el mundo por montera aquí sólo nos puede acarrear miradas de incomprensión. Ser valiente en muchos lugares del mundo, es jugarse la vida. Y los Quilombagem vienen a enseñarnos a ser valientes, a existir más allá de nuestras parcelas privadas.

Hay que ser muy valiente para soñar despierto y dedicarse a hacerlos realidad. A esto ha venido Quilombagem.

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