Hoy, a ratitos, el corazón me late muy deprisa o muy despacio. A rachas, suspiro o me olvido de respirar. Me he puesto el enorme abrigo azul Chef Chaouen y me abandono en la hondonada de mi cama y me vuelvo loca un rato a lo Martín Romaña. Hoy, me prescribo enajenación voluntaria.
Hoy hace un frío que no lo abriga ni todos los abrazos en los que me refugio a falta de chimenea. Hoy ya no graniza en Gijón, pero me siguen atravesando las balas que asesinan la esperanza.
Hoy necesito una Octavia de Cádiz que me devuelva a la vida. La tormenta que anuncia la cercanía de la calma.
Todo siguen en stand by.
P.D.: Ayer terminé La vida exagerada de Martín Romaña, de Bryce Echenique, por tercera vez. Curiosamente también son tres veces las que compré este libro. La última vez porque me lo robaron en un bus. Qué alegría saber que aún quedan románticos ladrones de libro.
2 comentarios:
Patricia, te mando un abrazo (a pesar y por el frío) compartido, en palabras de RD:
cristinanarea
Rubén Darío
Dicen que los perros ladraban esa noche sin viento
cuando insomne la tierra murmuraba
alguna cosa incontrolable y oculta:
los primores temblores de la melancolía.
Se estremeció la faz de piedra en la pesadilla
donde yo no era nadie sino nada,
mientras arriba se levantaban plegarias
entre las ruinas de la Segunda Venida.
¿Qué corazón ausculta este reino vacío
cuando la guerra asciende, iluminando la Tierra?
El mío. El tiempo que vino vendrá
para aferrarme la tendida mano granítica:
vivir en ese borde apocalíptico
y aliarme a la hondura del abismo.
Muchas gracias Cristina. Con Rubén Darío siempre se está más abrigado.
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